Este año se ha tenido que aprender a vivir bajo los efectos que el COVID-19 ha generado a nivel sanitario y social en Chile y en el mundo, así como también, el impacto que ha tenido en la cotidianidad de las familias. La pandemia ha generado mucha incertidumbre en la economía, en el mercado laboral y en nuestras vidas. En función de esto, las personas han debido desarrollar y poner en práctica destrezas y capacidades para mantener un equilibrio físico, emocional y mental. Sin embargo, este desafío no es fácil para todos e implica grandes cambios y desafíos.
Se sabe que la pandemia continuará por un tiempo más y que tendrá un impacto en la vida de las personas y a nivel mundial, afectando diferentes ámbitos. Entonces, en este contexto es importante preguntarse: ¿Cómo podemos encontrar una fuente de esperanza? ¿De qué manera ayudamos a los adolescentes a sobrellevar los efectos actuales y futuros que tendrá esta pandemia?
A raíz de estas preguntas, es necesario hablar de la resiliencia. Primero, describiendo este concepto y luego mencionando algunas acciones que los padres pueden realizar para favorecer esta habilidad en sus hijos.
La Resiliencia es la capacidad del ser humano para responder frente a las adversidades de la vida; a los traumas, a las amenazas y a situaciones muy estresantes. Es la capacidad de superarlas e incluso, ser transformado por ellas. La resiliencia puede desarrollarse a cualquier edad, desde la infancia hasta la etapa adulta y es diferente de acuerdo con cada etapa de la vida, y durante la adolescencia podemos potenciar su desarrollo. La resiliencia es un proceso y no una cualidad con que nacen algunas personas; por lo que, podemos aprenderla, fomentarla y enriquecerla día a día.
¿Cómo podemos llegar a esto? A través del amor, del afecto y apoyo. Así se construye Resiliencia. Se necesita de la compañía y de un vínculo estrecho con otra persona, que sostenga, que acompañe y se transforme en alguien que ayude a co-regular, es decir, una persona que ayude a mantener la calma. Similar a lo que hacen los padres con los niños pequeños cuando están atravesando una tormenta emocional.
La calma es posible obtenerla en el otro a través de una sonrisa, de una mirada cariñosa y atenta, y en la escucha activa. La compañía de personas significativas nos ayudará a enfrentar momentos desfavorables.
En este sentido, es importante recordar que todos y principalmente, los niños y adolescentes, necesitan de un apoyo fundamental para prosperar en la vida. Son los adultos quienes proporcionan una guía de resiliencia.
Es fundamental ayudar a los adolescentes a construir pensamientos más realistas y constructivos. Si bien, no se puede evitar que ocurran eventos amenazantes o estresantes, sí es posible modificar la manera en que se interpretan y se reacciona. No se puede modificar los sentimientos que emergen, pero sí la forma en que nos relacionamos con ellos. Entonces, no se espera que la persona luche contra sus pensamientos y emociones, sino que cambie la forma en que se relaciona con ellos y así, aprender a regularse emocionalmente.
Por lo tanto, es importante cambiar el significado de la representación de lo vivido y cómo transmitimos esto. Es aconsejable aprender a ver los problemas como un reto que se debe superar. Es importante creer en las capacidades y habilidades de los hijos, transmitirles esa confianza para que ellos puedan enfrentar el problema, haciéndoles saber que los padres estarán ahí para acompañar y guiar.
Por otra parte, es necesario aceptar que la vida no es algo estático, sino que está en constante movimiento y cambio. De esa forma, resulta fundamental transmitir este mensaje a los niños y adolescentes, para que su cerebro sea más flexible, y puedan aceptar con mayor facilidad que el cambio es parte de la vida.
Algunas Recomendaciones para los padres
Muchas de las recomendaciones que se compartirán para apoyar a los hijos a desarrollar la habilidad de la resiliencia, son acciones y reflexiones que, quizás, pueden aplicar los padres primero.
- Desplegar dentro del hogar conductas que favorecen la resiliencia, como, por ejemplo, la seguridad de un afecto incondicional y la relación de aceptación con personas significativas.
- Mantener redes informales de apoyo e incentivar la participación activa en la comunidad.
- Ayudarlos a identificar cuáles son las estrategias que habitualmente utilizan y evaluar con ellos, si éstas dan resultado de manera positiva. En este ejercicio es importante reconocer con ellos respuestas alternativas, cuando observamos que las que tienden a utilizar no tiene los resultados esperados.
- Mantener una comunicación fluida, generar instancias en que se pueda ayudar a los hijos a identificar qué cualidades, destrezas y recursos les ha permitido superar experiencias altamente estresantes, agobiantes y adversas en el pasado.
- Potenciar que los adolescentes busquen formas de relajarse; buscar hobbies y actividades divertidas, como favorecer el deporte. Para algunos chicos puede ser útil realizar actividades espirituales y ejercicios de respiración, como una forma de relajarse y estar conectados con su cuerpo y mente. Estas actividades los ayudan a encontrar espacios de calma, alejados de la adversidad, transformándose en momentos de autocuidado.
- Estimular el desarrollo de la capacidad de escucha y observación, aprender a reconocer en los hijos sus estados emocionales a partir de la expresión verbal y no verbal. Incentivar a los adolescentes que puedan expresar cómo se sienten.
- Favorecer la presencia de, al menos, un adulto significativo para el adolescente. Este punto es básico, puesto que uno de los factores de protección más importantes en la adolescencia será el tipo red de apoyo que tenga. Por red de apoyo entendemos todos aquellos vínculos afectivos positivos del entorno.
- Mantener el buen humor dentro de la familia. Alguien que sabe reírse de sí mismo y que hace bromas sobre la adversidad, tiene mucha más facilidad para superar los problemas, que alguien sin sentido del humor. Es importante trasmitirles esta habilidad a los hijos, como un factor protector.
- Fomentar y desarrollar la cualidad de control, entendiéndola como la consciencia de que es cada uno quien decide o organiza el curso de los acontecimientos, es decir, enseñarles que cada ser humano es responsable de sus actos. No es recomendable buscar culpables ni lamentarse cuando algo no ocurre como se esperaba. Se debe tener presente que somos agentes activos y protagonistas de nuestras vidas.
Es importante aclarar que el hecho de que una persona sea resiliente no significa que no experimentará dificultades o angustia durante su vida y que no sentirá estrés o ansiedad. Es posible que existan momentos en los que no se sientan felices, y eso está bien. La resiliencia es un camino y cada persona se tomará su propio tiempo para recorrerlo. Con la resiliencia, se aprende a aplicar las estrategias que han servido cuando se ha vivido situaciones dolorosas, complejas y que permiten resurgir y crecer. Eso es la Resiliencia y no la imposibilidad de volver a experimentar emociones intensas y dolorosas.
La resiliencia es entonces un proceso dinámico, que depende de diversos factores, y que siempre se puede ir desarrollando. Trabajémosla con nuestros hijos.